El Espejo Fragmentado del Contador: Cuatro Niveles de una Relación Estratégica

El Espejo Fragmentado del Contador: Cuatro Niveles de una Relación Estratégica

Una queja común que escucho en mis conversaciones con empresarios es: «Mi contador no me ayuda». Existe un conocido aforismo que recomienda contar con un buen médico, un buen abogado y un buen sacerdote. En el mundo de los negocios, yo añadiría a un buen asesor contable y a un banquero de confianza.

Pero, ¿cómo es realmente la relación que observo entre la mayoría de los empresarios y quienes gestionan sus finanzas? En los mejores casos, el contador alcanza el estatus de brazo derecho: el guardian que maneja las auditorías del SAT, los requerimientos del IMSS, las inspecciones de la Secretaría del Trabajo y cualquier otro frente con la autoridad. Sin embargo, si este es el único panorama, existe el riesgo de reducir al contador a un mero gestor. Si bien esto resuelve necesidades inmediatas, es un enfoque limitado que nos priva de una oportunidad estratégica fundamental.

Propongo que el valor que un contador aporta es, en gran medida, un reflejo de cómo nosotros, como empresarios, nos relacionamos con él. Identifico cuatro escenarios o arquetipos en esta dinámica.

  1. Caos y Ceguera Financiera

En el primer escenario, encontramos al emprendedor desorganizado. Opera de manera reactiva, atendiendo solo lo urgente, como las notificaciones del SAT o los correos impostergables. Carece de claridad sobre sus pagos, sus cobros y ha tomado decisiones clave de inversión y gasto sin consultar a su contador. Sus justificaciones suelen ser: «Ya lo hice» o «Para eso te contrato».

En este entorno de desorden, donde la documentación se entrega contra reloj (a menudo el día 15, porque fue el único momento disponible), el contador se limita a trabajar bajo presión para cumplir con los plazos fiscales. Su rol se reduce a un muro de contención frente la autoridad. Es evidente que, en este caso, el empresario carece por completo de visibilidad sobre su situación financiera real: desconoce el comportamiento de sus clientes, la rotación de inventarios y su verdadera salud económica.

Este es uno de los escenarios más críticos. Lo más grave es que, a veces, ni el propio empresario sabe con exactitud lo que debe o lo que posee, lo que puede conducir a pérdidas irreparables. Si bien algunos negocios son tan rentables que logran absorber estos errores, es esta misma ilusión la que alimenta la estadística de que muchas empresas fracasan, no por falta de ventas, sino por una gestión administrativa deficiente.

  1. Orden: La Base para la Visión

El segundo escenario surge cuando se establece un orden básico. El empresario tiene certeza sobre sus deudas, sus ingresos y el flujo de sus cuentas bancarias. Este orden permite la entrega disciplinada de la documentación alrededor del día 5 de cada mes, otorgando al contador un tiempo valioso para determinar los impuestos. Se espera, con legitimidad, tener los resultados a más tardar el día 12 para realizar los pagos con tranquilidad. En esta etapa, el emprendimiento comienza a operar como una empresa formal.

Este control interno normalmente es fruto de la experiencia o de una capacitación adecuada. Es aquí donde debemos ser conscientes de un punto crucial: un contador puede ser un experto en fiscalidad, contabilidad y control interno, pero no es necesariamente un oráculo en sistemas, procesos operativos o gestión de calidad. En este nivel, ya existe un mayor vínculo de confianza y se le consulta antes de ejecutar operaciones complejas.

  1. La Arquitectura Estratégica

El segundo escenario es el puente hacia el tercero. Cuando el empresario tiene una comprensión profunda de su negocio y el contador se alinea con esa visión, es posible comenzar a trazar metas financieras claras. Se puede elaborar un presupuesto preciso, enfocado en un objetivo económico creíble, real y específico. Esta es la práctica que utilizan las grandes corporaciones para blindar a sus inversionistas: definir y mantener la rentabilidad deseada, a pesar de los factores externos.

En este nivel, el empresario cuenta con un cuadro de mando rico en datos útiles: punto de equilibrio, ticket promedio, rotación de clientes y productos más rentables. La mayoría de los procesos están estandarizados, lo que permite una toma de decisiones fundamentada. Aquí, el contador se convierte en un estratega financiero.

  1. La Maestría Fiscal

El cuarto y máximo escenario consiste en elevar al contador a la categoría de arquitecto de la estrategia fiscal. Esto implica la reducción legítima de la carga impositiva al mínimo, sin caer en prácticas ilegales como la compra de facturas o esquemas ficticios de outsourcing. Esta visión puede impulsar la creación audaz de nuevos negocios, como proveedores reales de servicios (transporte, inmuebles). Si bien esta senda conlleva obligaciones más complejas, como el tema de precios de transferencia, en este nivel los impuestos se convierten en un costo marginal, ya que los ingresos han escalado a otra dimensión.

El Horizonte del Empresario

Llegar a la cima no significa que el trabajo haya terminado. Es aquí donde se ejerce el verdadero papel del empresario: dar el salto de la operación inicial a la dirección de un grupo de empresas. Esto exige abordar temas como el gobierno corporativo. He sido testigo de cómo grandes compañías y sus líderes han alcanzado este punto, pero la carrera no se detiene: así como las PYMES pueden desaparecer, grandes corporativos han fracasado por la ceguera estratégica o no adaptarse a las nuevas tendencias.

En conclusión, avance paso a paso en la estructuración de su empresa. Si la confianza con su contador actual es frágil, busque uno nuevo. Debe confiar en él hasta el punto de que cada decisión crucial sea consultada y no suponga una sorpresa. Solo así su contador dejará de ser un simple calculador de impuestos para convertirse en un aliado estratégico con visión de futuro. Abandone la quimera de que el contador debe ser un «sabelotodo»; en su lugar, construya una sociedad basada en la claridad, el orden y la visión compartida.